viernes, mayo 20, 2005

Los efectos del turismo

Este texto ha sido redactado por un grupo de personas de la localidad malagueña de Torrox, supone una encendida voz de denuncia y resistencia frente al impacto económico ecológico y sociocultural del turismo como fenómeno de masas.

Aquí estamos, en la lucha. En la lucha diaria que es la vida para sacar adelante lo poquillo que cada uno tenemos. A veces son los frutos que da la tierra; otras veces son los hijos; otras, uno mismo. Pero en cada uno de nosotros hay algo que no es nuestro, que no nos pertenece en exclusiva sino que, más bien, es algo a lo que pertenecemos y por lo que también tenemos que pelear. Esa es una parte de nosotros que nos identifica con los demás, en la que nos reconocemos paisanos, partícipes de unas mismas costumbres y valores, que nos permiten la comunicación en eso que no es de nadie, en lo que nos es común a todos. Eso que nombramos es una plaza o un llano que todos pisamos con igual derecho y al que acudimos para intercambiarnos la palabra y, mediante ella, otras necesidades. Esa plaza es la tierra con la que nos identificamos, la palabra que en ella intercambiamos es la cultura a la que pertenecemos. Es verdad que no son las mismas siempre, que la plaza y la palabra sufren transformaciones y cambios que provocan los mismos que las viven, porque no hay nada que dure de la misma manera para siempre.

Pero hay cambios que llegan de otro lado y en los que la gente no tenemos posibilidad de participar: son situaciones impuestas, no negociadas, sino mandadas desde arriba. Cuando esos cambios forzados son muchos o muy fuertes, se corre el peligro de que los lugares comunes que tenemos la gente no se puedan adaptar a la avalancha que se les viene encima y, como si fuera una riada, se lo llevan todo por delante. De manera que, antes de que eso suceda, tendremos que reconocer que hay una amenaza, que viene de un lugar concreto, para después poder reforzar las orillas de la tierra que pisamos y evitar que nos arrastre el agua.

Ese llano en el que hablamos los vecinos, los familiares, los amigos, está amenazado por una crecida de especuladores y turistas que nos están rodeando y que parecen haberle puesto sitio a Torrox, como antaño otros invasores. En lo que vamos a contar creemos que hay razones suficientes para comprender el peligro que se nos viene encima.

La tierra está asediada por los especuladores y, tanto a nuestras costumbres como a nuestros valores, les ha puesto sitio la nueva mentalidad que se cuela por los aparatos de televisión y la colonización extranjera, que está redoblando nuestra tierra de guiris, como si nosotros hubiéramos perdido el derecho a decidir en qué condiciones queremos vivir aquí. Sólo les va a faltar expulsarnos otra vez, como ya hicieron con los moriscos, para quedarse ellos con todo.

Nuestra generación es testigo de cómo todo comenzó hace años, cuando una constructora alemana nos robó la playa. Sí, la robó porque la gente entonces no pudimos decir nada, y lo que pagaron por ella fue un precio de risa; sin olvidar que destrozaron parte de las ruinas romanas, por las que aún no nos han indemnizado. Hubo gente entonces que se alegró porque aquello le daba vida al pueblo. Pero ¿qué pasó después cuando se acabaron de construir los bloques?, ¿qué pueblo se benefició de la miseria que dejaban los alemanes en la costa más que cuatro jardineros y cuatro barezuchos? Los que de verdad sacaron beneficio fueron y son los dueños de los bloques y las agencias de viajes, todos alemanes, por supuesto. La riqueza que aquello iba a traer no se vio por ninguna parte: la gente se siguió yendo a las cañas y cogiendo las aceitunas, como siempre. Aquello fue pan pa hoy y hambre pa mañana porque la costa se perdió y quedamos todos burlados.

Como los empresarios del turismo apartaron los ojos de Torrox (porque había ganancias más fáciles en otros sitios), se le dio un impulso a la agricultura con la introducción de nuevos cultivos, unos con mejor y otros con peor fortuna El agua de los pozos que se abrieron a los pies de la sierra vino a traer nueva vida. Esta fuente de riqueza ponía, junto con la tierra y el clima, las bases para nuevos cultivos, para nueva vida en el campo. Todo así lo indicaba, pero los de arriba ya habían decidido que el agua de los pozos vendría a servir para llenar las piscinas de los extranjeros y de los domingueros. Porque, para entonces, España había entrado en la Comunidad Europea y había tenido que aceptar las condiciones que le impusieron los países ricos, que fueron, entre otras, que su costa mediterránea sirviera para que los alemanes y los ingleses tuvieran un lugar de vacaciones barato y para que sus viejos vinieran a morirse al sol por cuatro duros. Y eso significaba que debían abandonarse los incipientes proyectos agrícolas para la zona y que la tierra había que convertirla en solares, en vez de en bancales. Una buena política agrícola habría levantado la economía del pueblo, que tiene tierras y clima para dar buenos frutos. Pero España entró de rodillas en la Comunidad Europea y le impusieron una economía dependiente de los países ricos. ( A esta luz podemos entender el porqué de lo que está pasando con el aceite).

De este modo, llegamos a fecha reciente, de hace unos cinco años. Al poniente de Málaga (donde está ese engendro llamado Costa del Sol Occidental), la explotación casi ha acabado con la vida de la gente, que ya ni respirar puede; al levante de Málaga, la zarpa de los especuladores se ha llevado la costa y arañado algunos pueblos. Y ahora se han fijado en los lugares cercanos a esta costa. Han venido a esta parte de Málaga porque los propios guiris están aburridos de venir de vacaciones y encontrarse con ellos mismos: les estorban sus compatriotas y los demás guiris (así lo comentaba un día un danés en la plaza). Ahora buscan algo más auténtico, un lugar donde la gente no esté aculturada, donde todavía se mantengan los valores y las costumbres de siempre; donde la gente no les reciba con sonrisa de plástico y les saque los cuartos; donde no se sientan guiris porque les debe dar asco ser lo que son. Buscan una zona culturalmente rica y variada para explotarla, porque tierra todavía tenían una poca de Estepona para allá, pero no querían más de lo mismo, querían una Málaga auténtica, como la de hace cuarenta años, para empezar de nuevo, para volver a sentirse seres afortunados y superiores de poder disfrutar de un nivel de vida mejor que el de la gente de nuestros pueblos. A eso han venido por aquí, a explotar nuestros valores culturales, cuando ya en el otro lado de la costa han acabado con ellos.

Esos roalindes de los especuladores se dieron cuenta del semiabandono de las casas viejas de Torrox y de que los cortijos se estaban cayendo. La Junta de Andalucía y el gobierno de Madrid, en lugar de ayudar a mantener y aumentar la vida agrícola de la zona, la dejó a su suerte, tocada del ala como estaba. La Junta de Andalucía ha dejado de enviar fondos de ayuda de la Comunidad Europea a Torrox, dadas las perspectivas de desarrollo que hay para la zona. Para entender bien lo que pretenden hacer tendremos que volver los ojos a Fuengirola o Benalmádena o Torremolinos, y así podremos hacernos una idea del desarrollo que quieren para nosotros. En vez de enviar ayudas para apoyar a la agricultura, nos envían especuladores, ingenieros y arquitectos sin escrúpulos y guiris y más guiris. Y si vamos a los puestos de trabajo que crea el turismo para la gente del lugar, equivocados estamos: son lo más bajo que hay después de la esclavitud (quien lo dude que pregunte a quien trabaja en un chiringuito o en un hotel de la costa, que en cuanto pueden se van, incapaces de aguantar semejante explotación y desvergüenza de los empresarios). Esta es la única oferta que tienen ellos para Torrox y la zona, ¡y que encima les estemos pagando por eso, vamos, clama al cielo! Desde hace ya tiempo sabían ellos el destino de esas tierras que se iban abandonando, y que a la muerte de los muchos viejos de Torrox, las casas y los cortijos caerían en las garras de esos carroñeros (no sería de extrañar que ya contaran con un censo de casas habitadas por viejos, a la espera de que se mueran para especular con ellas). Fueron comprando casas y cortijos; los más pintorescos, en el Collao, en el Pontil, en la Jesa... Ante el volumen dé negocio que se iba creando llegaron peces más gordos, con más agallas, y montaron una inmobiliaria que vende la tierra de Torrox en Inglaterra a precio de saldo. Y hasta los viejos correores de Torrox han aprendido enseguida y se han adaptado a los nuevos tiempos, traicionando a sus paisanos. Todos ellos son los verdaderos herederos de estas tierras y estas casas. De mientras, ya hay torroxeños que han vendido y se han arrepentido. Primero fue la ilusión de ver uno o dos millones de pesetas juntos por algo que no se esperaba vender a ese precio; después, cuando el dinero se acabó, se perdió todo: ni dinero, ni cortijo. Hay algunos que dicen: «¡no quiero ni ir a verlo porque me dan ganas de llorar!».

La especulación ha inflado los precios. La gente de Torrox que vende prefiere hacerlo a los extranjeros porque saca más dinero de la venta; los torroxeños que quieren comprar, tienen que pagar precio de guiri. Los especuladores se han multiplicado; los hay de aquí, de más allá y hasta de la quinta puñeta; los hay chicos, que se buscan la vía en un menchón pelao trapicheando pa sacar un pellizco, y los hay gordos, con las agallas de un tigre. Y, luego, están los propietarios guiris que, sin ningún escrúpulo, hacen solares en el cacho de pecho que compraron para revender la tierra a otros guiris y hacer un negocio redondo. ¡El demonio, lo listos que son!. Y todos sabemos que, aunque la ley prohibe construir en determinadas circunstancias, todos, guiris y allegados a las administraciones, están haciendo lo que les da la gana, que como mucho pagan una multa de risa -los que la pagan- y sanseacabó. La única función del ayuntamiento, en este sentido, es permitir que la especulación y el deterioro ecológico y paisajístico se produzcan sin contratiempos, que su tajada económica y política están sacando los sabiondos que nos mandan. Esos son a los que se les llena la boca hablando de la autovía y no se han parado a escuchar los lamentos de la gente por la pérdida irremisible de sus tierras y sus cortijos; que es que la autovía va a traer más turistas, más especuladores, hasta que Torrox entero esté vendido, y como pasó en Conejito en los años setenta, cuando se acaben las cuatro perras que nos dan por la tierra y por las casas, nos habrán colonizado a la manera moderna y se habrán quedado con las tierras y con los negocios: aquí tenemos a la Casa Larios vestida de nuevo con las mismas ganas de hace cien años, pero ahora hablando inglés.

No se nos hace ni raro pensar en un alcalde guiri en Torrox (aunque pa lo que hay y lo que ha habido, tanto da). Los guiris llegan sin hablar ni papa de español y, la mayoría, sigue sin hablarlo después de años. Se aíslan en sus casas a las que, si pueden, ponen una cancela y, si es su cortijo, levantan vallas, cortando sitios de paso de toa la vía. No se integran, no les interesa nuestra cultura más que como adorno: no les interesamos nosotros. Simplemente, formamos parte del paísaje; somos un elemento decorativo necesario que no les queda más remedio que aceptar. Y, a pesar de todo, los seguimos tratando hospitalariamente. ¡Bendito sea dios, que a veces no hay quien nos entienda!. Pero ellos han tratado a la gente siempre de otra manera. Los ingleses, en la India, se mantuvieron siempre apartados de la población, para que no se les pegara nada. Incluso exageraron sus costumbres para diferenciarse de los indios y hacerles ver que eran unos salvajes. Ahora, están llegando aquí, con un ejército silencioso de turistas, sin cañones, pero con la misma frialdad y la misma intención de sacar el máximo beneficio que puedan de esta tierra soleada, que tan exótica les parece. ¡Que nunca tengamos que arrepentirnos del sol que nos calienta! A medida que vayan llegando más irán imponiendo sus costumbres y su lengua. Ya hay algún programa en Radio Torrox en inglés, ¡como si no tuvieran ya bastantes emisoras para ellos, que han impuesto su lengua en el mundo y no se molestan en aprender otras! No es esa la manera de hacerles entender que aquí hablamos español con deje andaluz, y que el respeto y las más elementales reglas de cortesía aconsejan al extranjero aprender la lengua de la gente que le recibe: el esfuerzo lo tienen que hacer ellos, no nosotros. Hacerlo de otra manera es caer en el servilismo: encima de perros, apaleaos.

También nuestras costumbres y nuestros valores se están empezando a ser sometidos a cambios forzados. La tierra, para nosotros, siempre ha tenido un gran valor, no sólo económico, sino también simbólico: es la tierra que han labrado nuestros abuelos y que se ha mantenido, aunque en ocasiones hubiera que ponerle dinero encima. Ese valor simbólico de la tierra, que es parte de nuestra memoria, se está perdiendo por culpa de la especulación. Estamos cambiando un valor autóctono, nuestro, por otro de fuera que, a la larga, nos va a provocar una enorme desazón; si no al tiempo, paisanos y familiares. Una vez, a una mujer de Torrox le pidió un guiri una casa que tenía vacía para pintar cuadros, a cambio de un alquiler. El guiri pasó allí unos meses pintando. Cuando llegó el momento de irse, la mujer no le cobró un duro. «Él se habrá servido de la casa y la habrá dejado como estaba, ¿qué sacaba yo con cobrarle si no voy a salir de pobre? El hombre me estará en ese agradecimiento», decía la mujer. Se puede pensar que esta mujer es tonta (así es si uno ya ha entrado en el juego del beneficio económico y se ha olvidado de lo demás), pero su actitud, aunque no sea muy frecuente, nos recuerda que nosotros tenemos otros valores. No se trata de que tengamos que darles todo gratis a los guiris, no, sino de recordar quiénes somos; que la hospitalidad y la compasión son muy importantes para nosotros y nos las están cambiando porque, si todavía hay alguien capaz de hacer lo que esta mujer, dentro de un tiempo ni nos acordaremos de que algo así es posible, que parece verdad aquello de que a la fuerza ahorcan. Y hay que pensar que en los países que se llaman desarrollados, están intentando recuperar los mismos valores que todavía tenemos aquí, porque son símbolo de progreso y son la mejor manera de vivir, ¡y todavía no se han enterado los políticos de lo que significa progreso y bienestar; el demonio los confunda!

Este asedio a los valores autóctonos no sólo viene de los guiris, sino también desde dentro de nosotros mismos, de los más influidos por la nueva ética económica. Hay mucho dominguero que se hace un chalé descomunal con su piscina y todo para malgastar la escasa agua que tenemos, y que deja que las aceitunas se caigan, que la viña se pierda, y que, si puede, mete baza para sacar su parte del negocio de la especulación de la tierra.

Corremos el peligro de desestructurarnos, como pasa en Inglaterra o Alemania o en algunos sitios de la Costa del Sol Occidental, y que se nos venga el chambao encima y nos quedemos con el culo al aire. Que a esta alturas tendríamos que haber aprendido ya de lo que ha pasado ahí, al lado de Málaga, y de nuestra propia experiencia, que bastantes palos nos ha dado ya la droga en Torrox como para dejarnos caer en otra vana ilusión que nos quite la tranquilidad y la salud; que lo que estamos haciendo ahora nos va a traer más dolor que satisfacción cuando se disipe el engreimiento del dinero fácil; que, como se dice, nadie da duros a cuatro pesetas y en algo se lo están cobrando y ese algo es lo que, sin darnos cuenta, estamos vendiendo gratis, metido en el lote con todo lo demás, y cuando queramos recuperarlo, ¡ja!, a ver quién se lo quita a los guiris, que lo primero que hacen es una escritura.

Hace poco el suplemento semanal del periódico El País dedicaba un artículo a nuestra zona. En él se alababa la preservación de muchos de nuestros pueblos y cómo habían sabido escapar al desastre urbanístico del otro lado de la costa. El viajero que se acercara por aquí, se decía, tendrían la ocasión de disfrutar de la belleza de los pueblos y de sus campos. Esa es otra manera de permitir que el forastero se acerque a nuestra tierra: desde el respeto y la admiración que merece lo bello. Y antes que nadie debemos ser nosotros los que disfrutemos de nuestros pueblos; ese debe ser el principio de cualquier transformación. Pero los descerebrados e insensibles que nos mandan son incapaces de ver dónde está el valor de lo nuestro, y no les importa que se eche abajo medio monte para llenarlo de urbanizaciones al lado de la costa hasta que la mar ya no se vea desde las azoteas del pueblo; se piensan que lo bueno es hacer mucho, aunque sean desastres, que todo es correr -como en su autovía- para no llegar a ningún sitio, y es que todas las autovías son iguales, vayan por donde vayan. De seguir así, toda la costa malagueña será un Torremolinos de punta a punta ¡¿Qué se puede esperar de los que están cortaos y trepaos?! Pero ante todo lo dicho, nos cabe la duda de que las cosas puedan verse de otra manera, que esto no pretende ser un panfleto totalitario para manipular a la gente. ¿Acaso no se ha revitalizado la vida en el campo y ha mejorado la situación económica de a gente? Es cierto que la primera impresión es esa, pero también es verdad que ya hubo un repunte antes y que el beneficio real para la tierra es mínimo: los guiris no están abriendo hoyos para poner viña. Por otro lado, el encarecimiento de la tierra no nos beneficia, porque han sido los especuladores los que han disparado los precios y los guiris los que han aceptado esos precios, de esta manera, tenemos nosotros que pagar ahora mucho más por lo mismo: somos los únicos perjudicados por la inflación del precio de la tierra. Y, por lo que respecta a la situación económica de la gente, lo cierto es que son cuatro o cinco, la mitad de fuera, los que están sacando partido del negocio que se ha montado con la tierra y las casas, que los demás nos las buscamos en lo mismo que antes. Parece que lo que ha pasado en Torrox es que se han creado puestos de trabajo, muy bien pagados, para la gente de fuera; los demás no nos hemos movido mucho, la verdad.

Sabiendo ellos, los de arriba, como saben, que esto es así, ¿no hubiera sido más beneficioso para el pueblo frenar la llegada de especuladores y turistas, presionar a donde hubiera hecho falta para apoyar los frutos de la tierra y poner en marcha una política urbanística que fuera escrupulosa con el entorno? Entonces, nos encontraríamos con un pueblo más bonito si cabe, más lleno de vida social, con la misma renta per cápita con que cuenta ahora mismo y hospitalario con cuantos forasteros y viajeros por aquí se acercaran. Pero eso sería hacer las cosas bien; eso habría significado poner a los políticos a sudar sangre para buscar el bien del pueblo y ellos no están dispuestos a trabajar (¿quién ha visto nunca a un político trabajar?); lo único que les interesa es ganar las siguientes elecciones. De modo que es más fácil engancharse al carro de que vengan chupasangres, explotadores de la tierra y guiris a espuertas y pedir autovías, que como saben que eso es lo que va a pasar, pues es muy fácil nadar con la corriente y aparentar que se está haciendo este mundo y el otro, para que la gente vea que se lucha por el pueblo o por la zona, que luego esa misma gente, que es tonta, se lo agradecerá votándoles en las próximas elecciones. ¡Que no, Manuel, que los políticos son una plaga que nos ha caído a la gente!

Sí que tenemos dudas, para qué negarlo, cuando vemos que alguien puede levantar un poquillo la cabeza, pero siempre se nos acaba revolviendo alguna tripa en la barriga. ¡Que no, que las cosas no tienen por qué ser así, que esto nos va a salir demasiado caro a la gente! Por eso, tenemos que pararnos un momento, mirar a nuestro alrededor y hablar con nuestros vecinos para entender qué está pasando. Mientras tanto, los que firmamos esto, nos hemos ido a la sierra de las palabras a resistir, que se nos está volviendo la boca hiel de ver lo que vemos. Resistir significa no vender. Es la mejor manera de no darles carroña a los buitres. Resistir significa denunciar a quien corte una vía de paso en el campo, que si no lo hacemos nosotros nadie lo hará y habremos perdido derechos ganados por nuestros abuelos.

Resiste, no vendas; y, si no te queda más remedio, vente a esta sierra a resistir con nosotros.

Los sitiados
Torrox (Málaga)

Resultados de la especulacion inmobiliaria

Articulos de Opinion: "En dos decadas (1979-99), el/la campesino/na mijeño/a pasa de ser propietario autosuficiente, a mal vendedor de sus tierras al turismo residencial extranjero/a. Para este patronaje trabajaria poco despues en condiciones precarias como jardinero/ra, peon, limpiadora, etc.; si no tuvo que emigrar despues de haber entrado en la ruleta rusa del ?consumo que te consumes por la via rapida?. Es decir, fue descapitalizado no solo ya de su patrimonio terrenal sino de su patrimonio cultural de procedencia, es decir, de su dignidad como persona con arraigo historico."

jueves, mayo 19, 2005

Bienvenida a Juan Calvente

Estimado Juan,
Encantados de que participes en el blog.
Efectivamente el correo no esta funcionando y como nosotros no hemos cambiado nada debe ser cosa de Blogger (habra que esperar unos diitas)
De todas maneras te hemos publicado el documento.

Decirte por ultimo que estamos totalmente de acuerdo con lo que expones y que esa es la linea que queremos seguir en Grupo Gavilan, siempre ojo avizor por la defensa de los pocos parajes naturales que aun perviven en esta bendita tierra.

Tambien pensamos que a los especuladores hay que batallarlos con sus mismas armas y hoy dia eso significa Internet, asi que a por ellos, que si no se lo van a cargar todo, y luego ya no hay remedio.

Andalucía se organiza contra la especulación del territorio

El sábado 9 de abril, plataformas y colectivos sociales de pueblos y ciudades de Andalucía se reunieron en Málaga para crear la Red Andaluza en Defensa del Territorio. Esta Red nace como consecuencia de las crecientes luchas sociales que se están llevando a cabo desde hace años contra proyectos de obras públicas y privadas que modifican el medio y el modo de vida de pueblos, y ciudades. En los últimos años, estos movimientos se han articulado a través de plataformas donde participan vecin@s, y asociaciones juveniles, vecinales, de mujeres, de cazadores, ecologistas, cooperativas agrarias, sindicatos, barrio y pueblos en lucha... y que movilizan a miles de personas.

En la primera reunión se aprobó un manifiesto que señala a la especulación del territorio como el mayor problema ecológico y uno de los graves problemas sociales que sufre Andalucía, y que, sobre todo, se basa en la apabullante proliferación de urbanizaciones y campos de golf. Para el mantenimiento de estos proyectos es necesaria la construcción de presas y trasvases, por el despilfarro de agua que suponen (sobre todo los campos de golf), lo que lleva a inundar valles enteros. Este crecimiento hace desaparecer bosques y se come las sierras por la explotación de las canteras para la extracción de áridos necesarios para las construcciones. Se construyen autovías, autopistas y aeropuertos para construir nuevas urbanizaciones y campos de golf. Esto trae un crecimiento anómalo de la población y, por tanto, del consumo eléctrico. La demanda de energía obliga a construir centrales térmicas, con la consiguiente contaminación atmosférica para las personas que viven en sus alrededores. Este desarrollo se sostiene enterrando bajo el cemento los pocos espacios naturales que nos van quedando, con la consiguiente perdida de biodiversidad y una mayor presión a las especies amenazadas, y con un aumento de la contaminación ambiental que acelera el cambio climático. Por no hablar de la contaminación de los ríos, pantanos y acuíferos por pesticidas, herbicidas y aguas residuales procedentes de la agricultura química y de los campos de golf? En estos momentos presenciamos como el agotamiento del litoral, producto de todos estos procesos, lejos de incitar a la reflexión, esta generando una penetración de la especulación hacia las zonas del interior Andaluz.

Pero la especulación con el territorio no sólo tiene consecuencias ambientales. También tiene consecuencias sociales desastrosas. Así vemos los habitantes de los cascos viejos de las ciudades, son desplazados a las periferias para construir nuevos edificios y traer una nueva población de mayor poder adquisitivo, el aumento del precio de la vivienda, que la sitúa fuera del alcance de la población local y genera una alta inflación del precio de la tierra, que impide que los pequeños y medianos agricultores puedan mantener su medio de vida y transmitirlo a nuevas generaciones. Así, las producciones se desplazan a otros países, con lo que perdemos autonomía agrícola. En este terreno sólo sobreviven las grandes empresas agroindustriales, poco respetuosas con el medio ambiente y con los derechos de l@s trabajadores/as, y abiertas, en nombre del beneficio, a la implantación de cultivos trasgénicos que encadenan a los agricultores y agricultoras a las multinacionales. Todo esto asociado a un marco legal donde los contratos y despidos son cada vez mas barato, tanto para trabajadores/as nacionales como inmigrantes. Ese ?progreso? provoca la desaparición de la cultura e identidad local y va acompañado de la corrupción económica y política.

Además, la realización de estos proyectos hace inviables alternativas sostenibles como la agricultura y la ganadería ecológica, la pequeña industria, el turismo respetuoso con el medio, el comercio local, y la pervivencia de artesanía, asociada a modos de vida amenazados o extinguidos?

En resumen, se trata de un desarrollo especulativo de Andalucía que se caracteriza, aparte de por la destrucción ecológica y social que conlleva; por una pérdida de recursos naturales y de autonomía, la creación de un modelo social de precariedad laboral, un desarraigo cultural, y un deterioro democrático general. Un desarrollismo tan descarado que incluso llega a exigir de la población afectada que se sacrifiquen zonas naturales y culturales, recursos hídricos, zonas litorales, tierras agrícolas, la cultura e identidad, derechos laborales... Estas políticas públicas favorecen a las mafias donde se encuentra un territorio apropiado para invertir (para blanquear) su dinero a través de las construcciones y ventas de urbanizaciones, campos de golf y otros proyectos falsamente denominados como sociales (por ejemplo las ?ciudades geriátricas? que proliferan en la Costa del Sol, y que encubren ambiciosos proyectos urbanísticos con la excusa de dar un servicio a un sector de la población). Por lo tanto, las administraciones públicas favorecen la especulación económica y facilita la introducción de la delincuencia organizada.

Ante esa amplia e interrelacionada problemática creamos entre plataformas y colectivos de afectados una RED ANDALUZA EN DEFENSA DEL TERRITORIO. Esta Red esta compuesta por personas y movimientos sociales tanto del medio urbano como del rural. En esta reunión se decidió apoyar las luchas locales desde el apoyo mutuo, organizar jornadas de debates, campañas coordinadas y compartir las experiencias de luchas de los colectivos que han conseguido paralizar proyectos y leyes... Esperamos también que sirva de referencia para todas las plataformas y colectivos ciudadanos que están luchando o que vayan surgiendo en el futuro en nuestros pueblos y ciudades para oponerse a este modelo de desarrollo especulativo y vandálico. En esta coordinadora no tienen cabida empresas, partidos políticos, ni sindicatos mayoritarios, que han demostrado una vez tras otra que son tanto beneficiarios como legitimadores de lo que queremos combatir. Lo que se va buscando es la creación de una mayoría social (de colectivos y ciudadanos) que vaya denunciando este modelo e implicándose en la construcción en una sociedad sostenible desde un trabajo local con una perspectiva global.

juancalvente@hotmail.com

Juan Calvente: 650851311
Portavoz de la Red Andaluza en Defensa del Territorio

miércoles, mayo 18, 2005

España debe pagar por la mala calidad de sus aguas

Resultados del informe anual, que la Comisión Europea presenta antes del inicio de cada temporada de baño.
La calidad de las aguas de baño en toda Europa es baja.
En parte este descenso se debe a la incorporación de nuevos Estados miembro, pero también responde a una tónica general.
Esta bajada es suave en lo referente a las aguas costeras, pero bastante más significativa si consideramos las aguas interiores; el porcentaje de espacios que cumplen los requisitos obligatorios bajó del 92,3% al 89,4%, lo que representa el porcentaje más bajo desde 1999.
Es significativo también que haya descendido el número de zonas de baño en ambas categorías.

El caso de España es especialmente preocupante en lo que se refiere a las aguas interiores. Un año más se confirma la tendencia, invariable durante los últimos años, de desaparición de zonas de baño; una nueva zona desaparece de la lista oficial, con lo que desde 2002 son once las zonas de baño que ya han dejado de serlo. Actualmente España apenas dispone de algo más de la mitad de las zonas de baño de las que disponía en 1996, es decir, sus zonas de baño en aguas interiores se han reducido en un 40%.

Desclasificar zonas de baño repercute, de forma indirecta, en un aumento del porcentaje de cumplimiento con los estándares de calidad europeos, por lo que es la ?estrategia? por la que optan algunos Estados miembro. Hay que recordar que en 2003 el Tribunal Europeo de Justicia condenó a España a pagar por incumplir los requisitos de calidad de las aguas de baño en ríos y lagos. La sentencia obligaba a nuestro país a pagar cada año 624,150 ? por cada 1% de las aguas interiores que no cumplieran con los requisitos de la Directiva. Según esto, España deberá pagar 3,3 millones de euros por los incumplimientos cometidos en 2004, que afectan a un 5,3%.